domingo, 28 de octubre de 2012

Sin vencedores ni vencidos

La batalla apenas había terminado, sin claro vencedor, ambos ejércitos mermados volvían a sus tiendas para curar las heridas y descansar.

En el centro del campo de batalla, rodeados de cadáveres se celebrara una reunión entre los soberanos de ambas regiones, padre e hijo, misma sangre enfrentada por intereses de Estado.

-Padre, esto es una locura, la lucha entre hermanos... seguirá muriendo gente hasta que depongáis las armas, dejad que mi pueblo viva tranquilo, dejad que el pueblo de tu difunta esposa y mi madre sobreviva a este invierno, si queréis territorios tomadlos, tu corona será mía a tu muerte puesto que soy tu único heredero, padre si seguimos con esta guerra... destruiremos lo que mamá y tú construisteis con tanto esfuerzo.

-Hijo mío, mis aliados me presionan para que arrase tu pueblo, sabes que no quiero ver estos campos quemados, esos niños y mujeres muertos a nuestro paso, pero no dais mas opción, uníos a la alianza, dejad pasar las tropas por vuestro territorio y nadie más sufrirá.

-Pensad lo que me pedís, si permito que vuestras tropas atraviesen mis territorios la guerra se decidirá en ellos, entonces no habrá paz posible para mis súbditos, caerán muertos antes de poder avisarles, padre, esto no es una lucha de poder, no es una lucha que nos concierna a nosotros, luchamos sin cuartel sin motivo, no nos espera la victoria, solo la destrucción de todo lo que amamos, deponed las armas y volver a casa, deja que los pocos hombres que nos quedan vuelvan a sus familias.

-Mis reinos serán tuyos pronto hijo mío, me muero, apenas me quedan unos meses de vida, no quiero destruir estas tierras ni las que poseo, volveremos a casa al amanecer y no volverás a saber de este viejo hasta el día en que muera, entonces, hijo mío, cuida de mi pueblo como lo haces con el de tu madre, no caigas en malas tentaciones y permanece con la cabeza sobre los hombros, pospondré la lucha hasta mi muerte aunque esto la acelere, después estará en tu mano lo que ocurra, cuidate y cuida lo que tienes, no dejes que los hermanos peleen.

Dicho esto el hombre abrazó a su hijo y antes de que pudiera reaccionar este se subió a su caballo y  volvió a su campamento, cumplió su palabra y a la mañana siguiente no quedaban más que los restos de la batalla.

Pasado un mes la profecía del padre sobre la hora de su muerte se hizo realidad y ese hijo que había parado una guerra fue coronado en el lugar de su padre.

Si fue un rey justo o no, nunca lo sabremos, si hizo caso a su padre o perdió la cabeza es un misterio que solo tu imaginación puede desvelar.

1 comentario:

  1. Las guerras nunca se ganan ni se pierden...
    solo destrullen, matan, asolan pueblos y ciudades sin beneficio para nadie...

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