sábado, 18 de noviembre de 2017

Hace muchos, muchos años, en el valle de un gran río vivía una familia, una familia pobre, tan pobre que cada día de la semana un miembro de la familia se quedaba sin comer. La madre se llamaba Elisa, y sus seis hijos, el mayor, Juan, trabajaba el campo con José, el segundo hermano, después venía una hermosa chiquilla, Maria, ella ayudaba a su madre con las tareas de la casa e iba al pueblo los domingos para que el cura le enseñara a escribir, los pequeños eran Daniel, Diego y Lucia, ellos se dedicaban a jugar y recoger frutos de los árboles.

En esta familia, a pesar de no tener pan para llevarse a la boca cada uno de los mienbros tenía un don, la madre podía hablar con los animales, Juan poseía una fuerza sobrenatual, José unos sentidos excelentes, María podía controlar el agua, Daniel podía volar, Diego tenía visiones, la única que no tenía magia era la pequeña Lucia.

El día del cuarto cumpleaños de Lucía la familia organizó una pequeña fiesta, como la niña no había demostrado tener ninguna habilidad especial todos la sobreprotegían y mimaban para que no se sintiera rechazada. Por la mañana Daniel la llevó a volar sobre la llanura cercana, en la comida los ciervos y conejitos de los alrededores aparecieron para jugar con la niña, por la tarde María hizo trucos de magia con agua, y unas manzanas, a la hora de la cena prepararon un caldo aguado y cuando iban a sentarse a la mesa alguien llamó a la puerta, Elisa abrió y una joven hermosa entró en la estancia ante el asonbre de todos.
-Hola Elisa- dijo inclinando un poco la cabeza- veo que no me he equivocado, feliz cumpleaños Lucia
-¿Quien eres tú?- La niña tenía el gesto torcido, no entendía porque esa señora conocóa su nombre.
-Hola Isabel, Lucia, esta es tu tía, mi hermana pequeña, ¿qué te trae por aquí tras tantos años hermana?
-Ver a tus hijos, por supuesto, y a ti querida, necesito que hablemos.
Elisa la miró inquieta durante unos segundos, conocía a su hermana,o más bien sabía que ella nunca pisaría un lugar como su casa a menos que pasara algo, cogiendo algo de abrigo empujó gentilmente a la otra mujer hacia la puerta, tras salir la cerró y caminó unos pasos hacia el bosque en silencio.
-Isabel, ¿por qué has venido de verdad? Desde que antes de que naciera Diego no te hemos visto por aquí ¿ocurre algo?
-Si, necesitaba ver los poderes de tu hija.
-Ya conoces los poderes de María, nos vienen muy bien cuando hay sequía.
-Los de María no Elisa, los de Lucía.
-Ella no tiene, ya tiene cuatro años y jamás se ha mostrado una pizca de magia.
-No hermana, en eso te equivocas, mi poder es poco util cuando no llueve o si tengo que cortar leña pero saber bien que solo yo puedo decirte con certeza que tu hija tiene magia. Cuando te miro a tu alrededor puedo ver un aura verde, en tu hijo mayor el color es dorado intenso, María, por supuesto, es azul, Daniel plateado, José tiene diferentes tonos de gris, como las nuves en un día de lluvia, Diego está rodeado por un morado intenso. Cada uno de los colores representa una magia, es cosa suya que la desarrollen mas o menos. Pero la pequeña... Lucia los tiene todos, desde el blanco al negro, del rojo al azul, no había visto esto desde que la abuela muriera hace ya muchos años.
-¡Me estás diciendo que mi hija es una bruja! -chilló Elisa.
-Calla, no grites insensata ¿quieres que se enteren en todo el reino? era lo que me temía cuando en tus cartas me decías que la niña no poseía habilidades especiales. En esta familia no ha habido ni una sola persona sin magia en los últimos quinientos años y tu hija no iba a ser la primera.
Elisa coenzó a caminar en círculos, el miedo podía verse en sus ojos, notarse en sus manos y claramente en el bosque, los animales comenzaron a inquietarse, el bosque parecía presentir lo que eso significaba


Continuará