Con el espigón como atalaya y unas piedras como muralla ante los incesantes ataques del mar, observo la pequeña embarcación de vela mecida por el viento frío del atardecer en invierno, miro a mi alrededor, dos niños corren a por una pelota en la playa, una madre con su hijo caminan por el paseo, y yo... me quito la chaqueta, la camiseta, los calcetines, los pantalones y me fundo con el agua que baña la costa, punzadas de frío recorren todo mi cuerpo, me agarro a una roca y salgo.
Una manta de una mano amiga me cubre, el frío ha pasado, ya solo queda la felicidad del momento, el sol se esconde bañando el agua de color naranja, vuelta a casa, pero ya no estoy sola, me acompañan el mar, el sol y quien me apartó del frío.